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Rubens y el marketing

Rubens y el marketing
por Blanca Mo



El profesional que aspira a ganarse la vida haciendo lo que le gusta (que suele coincidir con aquello que menos le cuesta hacer, o aquello que sale con fluidez y con excelente calidad) aspira a ganarse la vida vendiendo un buen producto.

Este asunto plantea ciertos quebraderos de cabeza sobre todo a las personas que quieren trabajar en oficios creativos. A menudo los artistas, inventores, creadores sienten una pereza infinita a la hora de realizar una actividad imprescindible pero que tiene poco que ver con su trabajo creativo: el marketing.

El pintor renacentista Rubens consiguió tamaña fama y difusión de su obra no sólo por ser uno de los grandes maestros de su época, sino porque tenía un método de trabajo riguroso: por las mañanas, muchas horas pintando. Por las tardes, muchas horas de relaciones públicas para el automarketing. Seguramente han existido pintores tan buenos como Rubens a lo largo de los tiempos, pero quizá no tan buenos en sus estrategias de difusión. El resultado es, probablemente, que ni están inscritos en los libros de Historia del Arte, ni sus cuadros colgados en los museos más importantes del mundo.

Otro genio artístico muy astuto con su marketing fue Rafael. Trabajaba en Roma, a la vez que Miguel Angel. El gran mecenas de ambos, el Papa Julio II, encargó a Miguel Ángel que pintara la capilla Sixtina (una obra ambiciosa, ciertamente, para desagraviar al artista porque finalmente el magno proyecto de mausoleo escultórico encargado por el Papa se quedó en apenas una cuarta parte de lo que se concibió en un principio). Miguel Àngel era un hombre orgulloso y de carácter, por lo que quedó contento ante el nuevo encargo del Papa: invertiría 20 años de su vida en realizar unos frescos que toda la humanidad ha continuado admirando por siglos.

A la par que Miguel Ángel en la Capilla Sixtina, su contemporáneo Rafael recibió el encargo de pintar las Stanzas Vaticanas (habitaciones privadas que sólo frecuentarían el Papa y su séquito), Rafael y Miguel Ángel se admiraban mutuamente, y se respetaban con cortesía, pero se envidiaban mutua y profundamente. Rafael no podía soportar que sus stanzas fuesen a ser vistas por apenas unas decenas de personas, mientras que la obra de Miguel Ángel en la Sixtina era, de por sí, un escaparate para su obra y gloria popular.

¿Qué hizo Rafael? pues como entonces no existían los fotógrafos para captar imágenes de su obra, inmediatamente se buscó un maestro grabador –Raimondi-, y le encargó que hiciese reproducciones seriadas de todas sus obras, con tirajes que permitieran difundir las pinturas de las Stanzas por todas partes de Europa e incluso como impresos en libro.
De hecho, algunos cuadros de Rafael que ya no existen, los conocemos gracias a esos grabados.

La lección de estos dos maestros renacentistas es que, además de pintar, sabían difundir, mostrar y “vender”el producto que salía de sus manos. Tan importante es elaborar un buen trabajo como aprender a introducirlo en un mercado de clientes, con el valor que merece.

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